La salud mental de los investigadores doctorales, un problema del qué ocuparnos
La salud mental es un problema que se ha hecho más evidente después de la emergencia por la covid-19. Las universidades no han sido ajenas a esta situación y en ellas se viene hablando de la estabilidad emocional. Estudios realizados en diferentes países identifican que la salud mental de los estudiantes de doctorado es un problema que no se ha tratado y que las universidades no deben ser indiferentes y menos en un país como Colombia.
La salud mental de los estudiantes doctorales era un tema tabú a inicio de este siglo. Cuando realicé mis estudios doctorales, existía el mito urbano de que los suicidios que ocurrían en el metro de Paris eran estudiantes doctorales. Siempre pensé que esto era una exageración hasta que me tuve que enfrentar a mi propia salud mental y ser testigo de los problemas de mis compañeros. En ese punto, consideré que tal vez el mito era una realidad.
Para entender el porqué de los problemas de salud mental en el doctorado, es importante conocer lo que significa y lo que es la formación doctoral. Un doctorado es el título académico más alto que se otorga a una persona. En Colombia, según el decreto No. 1001 de 2006 del Ministerio de Educación Nacional, el doctorado corresponde “al programa académico de posgrado que otorga el título de más alto grado educativo, el cual acredita la formación y la competencia para el ejercicio académico e investigativo de alta calidad”. El doctorado acredita entonces una formación en investigación y en generación de conocimiento.
Para acceder a la formación doctoral las personas deben acreditar un título de pregrado y dependiendo del país o de la universidad, un título de maestría. La duración de los programas varía de tres a cinco años, tiempo durante el cual la persona, idealmente se debe dedicar única y exclusivamente a desarrollar la formación e investigación doctoral. La realidad es que en muchos casos, los estudios se extienden a ocho y hasta diez años.
Entonces, si para hacer un doctorado una persona debe ser profesional, tener maestría y además de eso debe dedicarle cinco años de su vida, únicamente a estudiar y no a trabajar, ¿por qué las personas quieren hacer un doctorado y seguir como estudiantes? Al realizar esta pregunta a estudiantes de doctorado de la Universidad de los Andes, las respuestas variaron. Para Sandra Tovar, que está iniciando su etapa de investigación, era un proyecto familiar, tanto ella como su esposo iniciaría el doctorado para continuar con su actividad académica -los dos eran profesores universitarios- y mejorar su calidad de vida. Andrés Cruz, en la mitad del doctorado, en cambio le parecía agradable el camino de investigar y de escribir, así que cuando se acercó a la universidad y le ofrecieron la oportunidad de realizar el doctorado, decidió renunciar a su trabajo y empezar esta aventura. Camilo Alarcon solo quería ser como los profesores que siempre había admirado, mientras que para Leonardo Santana, significaba el camino normal a seguir, después de 20 años de vida académica.
Ellos, además de Jhon Galvis, Andrés Felipe Torres, Daniela Rosales y Esteban Vanegas, todos estudiantes de doctorado, confiesan que cuando iniciaron no sabían a lo que se enfrentaban. De hecho, Leonardo Santana, quien tiene una familia y una hija, manifiesta que el doctorado ha sido una ruta de “ansiedad constante” a veces más baja, a veces más alta, pero que todas las etapas son de ansiedad.
Para muchas personas, realizar un doctorado es algo inalcanzable, es solo para privilegiados intelectual y económicamente. Es un logro del que uno se debe sentir orgulloso. La realidad es que el doctorado es una prueba de resistencia, y existe la idea de que el estudiante doctoral no se puede quejar. ¡Es un privilegiado! Sandra considera que esta es la parte más difícil, a los ojos de los demás ella hace un doctorado, tiene una financiación, pero atraviesa por momentos difíciles que la llevan a estados depresivos: “Hay mucha presión de los que nos rodean y la salud mental es una lucha interna 24/7, tremendamente agobiante y en medio de esto, las personas nos juzgan y critican por estar mal”.
Para Jhon Galvis, quien inició el doctorado en medio del confinamiento, siendo ingeniero con maestría, se enfrentó a que debía aprender de otra manera. “El primer año fue muy difícil, me di cuenta que no sabía ni leer ni escribir ni hablar. Ese primer año fue tratar de hacer un poquito más de lo mínimo para mantenerse vivo”. Camilo Alarcon, también empezó el doctorado durante el mismo periodo que Jhon, para él el reto fueron las clases virtuales. Según Camilo, lo más difícil fue estudiar solo, no relacionarse con sus colegas o con los profesores.
Desde mi experiencia personal, el primer año de doctorado viene con la primera crisis, en la cual como profesionales – algunos con maestría – nos damos cuenta de que no sabemos nada, y que aunque siempre fuimos estudiantes sobresalientes, estamos al lado de otros estudiantes sobresalientes, enfrentarnos a esa realidad de que no sabemos y que hay otros como nosotros, donde no brillamos, es un golpe muy duro a la autoestima, y en esto coinciden los estudiantes entrevistados.
Los programas de doctorado están compuestos de una serie de hitos necesarios para obtener el título de doctor. Pasar por estos, viene acompañado de ansiedad. El primer hito, después de aprobar los cursos, es el de los exámenes de conocimientos generales -algunos programas no los tienen-. Los estudiantes doctorales acá se enfrentan al reto de preparar un examen en el que les evaluarán, además de los conocimientos adquiridos, la capacidad de integración de conocimiento que tengan. Para Esteban Vanegas, estudiante de cuarto año de doctorado, esta fue una etapa muy extenuante y estresante, a la cual no le vio mucho sentido, pero que lo perturbo mucho, en particular porque perdió los exámenes en el primer y segundo intento (en ese momento se presentaban máximo tres veces). Andrés Cruz manifiesta que “este fue un momento difícil, todo lo veía de la peor manera, me limité mucho, me dediqué a estudiar y no aproveché los espacios de esparcimiento porque debía estar produciendo”.
Sin lugar a duda los exámenes son un momento retador, y no ayudan las estadísticas. Según la Dirección del Doctorado en Administración de la Universidad de los Andes, de 26 estudiantes que presentaron los exámenes entre el 2012 y 2020, solo cinco estudiantes los aprobaron en el primer intento. Conocer y ser conscientes de este resultado llena a los estudiantes de angustia y ansiedad, pues la no aprobación de los exámenes puede dejarlos por fuera del programa de doctorado.
El segundo hito es la presentación de la propuesta de investigación. En este punto, la ansiedad viene acompañada de insomnio. La propuesta viene después de la aprobación de los exámenes, y según Leonardo Santana “acá el trabajo es más autónomo, pero genera más presión. Yo tuve que hacer un trabajo terapéutico y adopté una frase guía: confía en el proceso”. Para Daniela Rosales, estudiante de cuarto año, el doctorado ha sido un trabajo muy solitario, en el que encerrarse en su propio camino puede ser perjudicial. Ella ha tenido que enfrentar muchas veces el síndrome del impostor, creyendo que no tiene las habilidades suficientes para seguir una carrera académica y esto se da en particular en esta etapa donde tienen que presentar la propuesta.
El tercer hito es la defensa de la tesis, aunque ninguno de los entrevistados ha pasado por esta etapa, en mi experiencia personal, este momento me generó mucho estrés, primero para cumplir con las fechas, segundo para organizar el trabajo y tercero por esperar los comentarios de los jurados de tesis que, en mi caso, no fueron amables y me sumieron en una crisis de angustia y ansiedad en las que me cuestioné sobre la calidad de mi investigación y mi trabajo, pero sobre todo, me llevaron a pensar que había perdido los últimos cuatro años de mi vida.
El no cumplir con estos hitos, genera la exclusión del programa. Y acá viene otro factor: la presión económica. Los estudiantes, generalmente tienen una financiación, que en el caso de las ayudas que vienen del gobierno colombiano, son créditos condonables, lo que significa que, al terminar el programa, los estudiantes pueden ser dispensados de pagar una parte de la deuda; pero si no terminan, deberán devolver el 100% del dinero asignado. Esto es un punto muy complicado, pues en un estudio realizado por la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, para el año 2019, el costo de la formación doctoral (matrícula, sostenimiento, pasantía y proyecto de investigación) superaba los 400 millones de pesos para ese año.
A la presión económica, que genera mucha ansiedad, se suma el perfil de los estudiantes de doctorado en Colombia. La mayoría de ellos superan los 35 años, tienen familia y en algunos casos son cabeza de familia, es decir que sus esposas e hijos depende de ellos. Pero, el doctorado es un programa a tiempo completo, y aquellos que su financiación no incluye sostenimiento, deben buscar trabajos adicionales, Andrés Cruz manifiesta que hay que hacer un balance entre trabajo e investigación. Andrés recibe el apoyo de su familia (esposa y padres), pero quiere aportar en la casa, y es allí donde acude a trabajos extras. Pero para Sandra Tovar, que tuvo que afrontar su divorció en el segundo año de doctorado, sus gastos se incrementaron y el conseguir actividades remuneradas extras, se convirtió en una necesidad, pues su beca no cubría el sostenimiento.
La naturaleza de los doctorados es otro motivo de presión. En el medio académico se acuñó la frase “Publica o perece” (publish or perish) y su significado es literalmente ese. Así los estudiantes doctorales siendo el futuro de la investigación, innovación y docencia en las universidades, entran en esta dinámica y algunas universidades exigen dentro de sus requisitos de grado, la publicación de uno o más artículos. Para un estudiante de doctorado, que está en el proceso de aprender, la obligatoriedad de publicar genera una presión adicional.
Según Lara Pacheco Cuevas, doctora en psicología y psicóloga del Centro de Investigación y Terapia Cenit Psicólogos, en su blog presenta factores externos que influyen en la salud mental de los jóvenes investigadores, como por ejemplo, no ver la formación doctoral no como un proceso si no como un producto (la tesis), medir el desempeño académico con el número de publicaciones, las cargas de trabajo elevadas y expectativas de participación en entornos académicos, un asesor poco orientador, escasa financiación y trabajo en solitario. Sobre este último punto, todos los estudiantes de doctorado coincidieron en afirmar que uno de los aspectos que les ha ayudado a superar sus crisis ha sido el saber que no están solos y que hay otros que están afrontando las mismas situaciones. Igualmente, el poder compartir con sus colegas ha sido fundamental en momentos en los que han debido solicitar ayuda profesional.
La doctora Pacheco manifiesta que a los anteriores factores se suman los aspectos personales, como los conflictos entre la vida personal y la laboral, sentirse orgulloso de continuar trabajando, a pesar de sentirse sobrepasado, quemado o mal emocionalmente, problemas de salud física, grados de autoexigencia excesivos, autocrítica demasiado intensa y un perfeccionismo poco alcanzable, todo lo que puede generar en el “síndrome del impostor”.
En el artículo “Evaluación nacional de la salud mental de los investigadores de doctorado del Reino Unido” publicado en Nature y liderado Cassie M Hazell, profesora e investigador honorario de psicología clínica en la Universidad de Sussex, encuestaron a más de 4500 personas entre estudiantes de doctorado y profesionales, la profesora Hazell encontró que más 40 % de los estudiantes sufrían depresión o ansiedad, entre el 33% y el 35% presentaban "riesgo de suicidio” y el 40% de los estudiantes consideran tener problemas de salud mental es la norma, y más del 30% han considerado abandonar los estudios por motivos de salud mental.
En el mismo estudio se establece que la cultura de exceso de trabajo y subestimación está presente entre los estudiantes de doctorado, y es común que entre ellos el sufrimiento sea una orgullosa muestra de estar haciendo el trabajo apenas bien.
La doctora Pacheco y la profesora Hazell coinciden en los factores de riesgo para la salud mental: la inseguridad financiera, la falta de oportunidades labores, la falta de relaciones fuera del doctorado, las situaciones personales, los altos niveles de perfeccionismo, el síndrome del impostor, la sensación de estar aislado y el supervisor académico.
Este último, jugó un rol fundamental en mi vida como estudiante doctoral. Conté con la suerte de tener una asesora que identificaba con mucha facilidad cuando estaba cayendo en un ciclo de ansiedad, angustia o depresión y tuve todo su apoyo y colaboración para salir de esos huecos. Pero sobre todo, Christelle Gueret, mi asesora, se convirtió en mi ángel guardián, mi apoyo académico y personal. Ella hizo que pasar por la ruta del doctorado fuera más fácil y llevadero. Gracias a ella terminé y hoy tengo los mejores recuerdos de esta etapa de mi vida, pese a haber vivido momentos difíciles.
Katia Levecque, psicóloga e investigador de derecho en la Universidad de Ghent en Bélgica, en su publicación “Organización del trabajo y problemas de salud mental en estudiantes de doctorado” afirma que las presiones que sufren los doctorantes para conseguir financiación, publicar y salir a un mercado laboral, sumado a la posibilidad de fracasar o trabajar fuera de la academia, son ideas que incrementan las posibilidades de que los estudiantes sufran depresión.
Los estudiantes están empezando a hablar. Cuando realicé la invitación a los estudiantes de doctorado para que me dieran entrevistas para este reportaje, recibí respuesta positiva e inmediata de 17 estudiantes. Ellos quieren visibilizar esta problemática para la sociedad, o por lo menos en el ambiente académico, son conscientes de que, como concluyen los estudios: No pueden superar los problemas de salud mental solos.
Al igual que los estudios realizados en otros países, los doctorantes colombianos entrevistados manifiestan que las presiones económicas, familiares y académicas son muy fuertes Andrés Felipe Torres, estudiante de quinto año, manifiesta que la presión y la auto-presión tiene implicaciones negativas en su vida, y esta autoexigencia es constante porque siente que siempre debe sobresalir.
Para ellos, el mejor consejo que le pueden dar a los futuros estudiantes de doctorado es el de generar una red entre sus colegas, los mismos doctorantes, hay que abrirse a compartir, Felipe, además manifiesta que el guardar las cosas hace que se acumulen y en un momento se puede perder un poco el control. Para Andrés Cruz, Daniela Rosales, además la espiritualidad es algo clave, para ellos no importa la religión a la que uno pertenezca, o si se cree o no en Dios, pero en algún momento, agarrarse de la parte espiritual los ha llevado a la calma y tranquilidad.
Aunque la experiencia de hacer un doctorado no pareciera ser fácil, para Jhon Galvis y Leonardo Santana, estar en el doctorado ha sido algo terapéutico. Jhon atraviesa una situación familiar difícil con la custodia de su hijo, y a pesar de que al principio su experiencia fue traumática por los malos resultados, manifiesta que en medio de su situación familiar, el estar en el doctorado le ha permitido tomar distancia de su realidad personal y no sumirse en una depresión. Leonardo, salía de un proceso de terapías cuando inició el doctorado y manifiesta que estar en los cursos fue un factor importante para superar su situación.
Yo, 17 años después de haber terminado mi doctorado, concluyo que el aprendizaje más grande que tuve no fue escribir una tesis o artículos, fue la importancia de levantar la mano y pedir ayuda en cualquier dimensión de la vida, no solo la académica. En mi rol actual de profesora y asesora, soy consciente que este es un problema que debemos poner sobre la mesa y que no es solo de los estudiantes, también como profesores, investigadores y asesores debemos aprender a identificar las señales, como dice Sandra Tovar porque el camino haya sido tortuoso para muchos (la mayoría), no significa que debe continuar siendo tortuoso, debemos aprender a disfrutarlo.